viernes, 25 de febrero de 2011

05/09/08

Todo este conjunto de  días vacíos, que significaron la descomposición de mi ser, todas esas lágrimas, océano de mi lecho nocturno y taciturno, todos esos cabellos en el suelo, raíz de mi demencia incorregible, que me atacaban sigilosamente, como si fueran estrategas soldados… todas esas cosas que me fueron hundiendo hasta depositarme en un pantano de carne viva, nacen y mueren, renacen y hieren con vos: perfecta criatura, de una belleza incomparable, que interrumpe el flujo de mi conciencia, cada vez que saboreo en mis labios, los resabios de tu amor. Mis memorias me invitan a recordar, cada centímetro de tu cuerpo, de tu boca y de tu sonrisa, que palmaba parsimoniosamente en aquellos encuentros clandestinos.

Más que crueldad poseen mis recuerdos, que sólo se quedaron en eso, recuerdos débiles incapaces de evolucionar, para convertirse en la rutina más soñada de mi vida. 
Bendigo la hora que te conocí, ensimismado en tus pensamientos, cálido y angelical, amable y dulce, deleite de mis ojos, exalto de mi corazón, disparador de deseo y pasión. Maldigo la hora que huiste, cobarde y machista, sigiloso y perspicaz, augusto escape que nunca terminé de entender.
Demasiado tarde llegó el día que quise desandar el camino, inoportuno el estallido del reloj, que dejó de latir, en el momento que comenzaba a despertar. Y ahora el círculo se engrosa, le vuelvo a pasar por arriba, una vez más, aunque conozca cada atajo, trampa y piedra de su suelo. Vuelo a comenzar, en el mismo lugar que acabé y empecé, acabé y empecé. Vuelven las agujas en mi cabeza, vuelven los calambres en el alma, vuelve tu sonrisa y tu olor, vuelve el dolor y muere el corazón. 

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